Llevo ya muchos años usando velas. De hecho, antes de empezar mi marca el uso de ellas era constante; claro que ahora, al crearlas, se volvió de uso diario: entre pruebas que suelo hacer y, en su mayoría, porque me encanta acompañarme e iluminar mi hogar con ellas.
Es por eso que hoy abro algunas de las preguntas que me he hecho desde que empecé esta bella práctica:
Desde los primeros encuentros del ser humano con el fuego, la luz ha representado algo más que calor o seguridad. Imagínalo: nuestros ancestros alrededor de una fogata, encontrando en esas llamas no solo protección de la oscuridad, sino también un espacio de comunidad, de calma, pero sobre todo de contemplación.
Ahí sucedía todo: una familia compartía no solo el alimento que cocinaban después de una larga jornada de caza, sino también una interacción entre sus primeros diálogos primitivos, sonidos que para ellos eran representación de alegría y gozo. Más adelante, los bailes y ceremonias empezaron a surgir y, si pensamos en los primeros instrumentos y danzas, me quedo imaginando, en reflexión, que el fuego era ese punto central donde ya tenía una posición de guardián: presenciaba cada suceso y rito de paso. Creo que cumplía su función de iluminar y también era una fuente poderosa de energía que abrazaba cualquier acción.
Con el paso del tiempo, esa misma fascinación nos llevó a crear formas más pequeñas y manejables de fuego: las antorchas, las lámparas de aceite y, finalmente, las velas. Y aunque hoy en día ya no necesitamos del fuego para sobrevivir, seguimos encendiendo velas para algo mucho más profundo: conectar con nosotros mismos, con nuestros espacios y con lo sagrado de los momentos cotidianos.
Regresando a la pregunta inicial del porqué sentimos conexión con el fuego, creo que es porque es parte de nosotros.
Ahora bien, si toda esta información la canalizamos a lo que es encender una vela, prácticamente estamos encendiendo todo ese significado implícito: la unión ceremonial, ritualística y enigmática que nos conecta con nuestra voz interna y con el poder de nuestra energía.
Hacemos presente al elemento fuego porque nuestro ser espiritual está conectado a una fuerza superior y porque su poder y energía nos hacen sentir seguridad, nos orientan y nos regresan a nuestro centro.
Es por eso que, sin profundizar tanto en el símbolo del sol, puedo pensar que ese punto central en medio del círculo también representa ese punto de encuentro: el centro del centro, iluminando, sosteniéndolo todo.
Así que la próxima vez que enciendas una vela o estés presente en una fogata, recuerda que estás conectando con toda esa sabiduría ancestral del elemento, y que toda acción que suceda a través de él te lleva directo a tu corazón, porque tu fuego interno habita justo ahí.
✨ Te deseo que tu conexión con el elemento fuego se vuelva más certera y amorosa.
—Ileana