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Habitar el fuego

Llevo ya muchos años usando velas. De hecho, antes de empezar mi marca el uso de ellas era constante; claro que ahora, al crearlas, se volvió de uso diario: entre pruebas que suelo hacer y, en su mayoría, porque me encanta acompañarme e iluminar mi hogar con ellas.


Es por eso que hoy intentaré responder a algunas de las preguntas que me he hecho desde que empecé hacer velas:

¿Por qué existe lenguaje con el fuego?
 ¿Qué relación hay entre el corazón?
¿Qué nos regala la contemplación de verlo?

Pensamiento:

Desde los primeros encuentros del ser humano con el fuego, la luz ha representado algo más que calor o seguridad. Imagino a nuestros ancestros alrededor de una fogata, encontrando en esas llamas no solo protección de la oscuridad, sino también un espacio de comunidad, de calma, pero sobre todo de contemplación.

Así sucedía todo, una familia compartía no solo el alimento que cocinaban después de una larga jornada de caza, sino también una interacción entre sus primeros diálogos primitivos, sonidos que para ellos eran representación de alegría y gozo. Los bailes y ceremonias empezaron a surgir y, si pensamos en los primeros instrumentos y danzas, me quedo imaginando, (en reflexión), que el fuego era ese punto central donde ya tenía una posición de guardián: Presenciaba cada mirada, todo suceso como rito de paso. Cumplía su función de iluminar y también era una fuente poderosa de energía que beneficiaba cualquier acción.

¿Qué regala su presencia?

Con el paso del tiempo, esa misma fascinación nos llevó a crear formas más pequeñas y manejables de fuego: las antorchas, las lámparas de aceite y, finalmente, las velas. Y aunque hoy en día ya no necesitamos del fuego para sobrevivir, seguimos encendiendo velas para algo mucho más profundo: conectar con nosotros mismos, con nuestros espacios y con lo sagrado de los momentos cotidianos.

Regresando a la pregunta inicial del porqué sentimos conexión con el fuego, afirmo desde mi perspectiva que es, porque su simbología siempre ha sido parte de nosotros, la tenemos impregnada en la psique, somos un todo. Todos los elementos nos configuran y hablando del fuego, es transformación pura.

El fuego es: asombro, creatividad, amor, nuestra pasión, todo deseo, es nacimiento, hallazgo, rito, arte, corazón, linaje, padre, física, alquimia, Eureka, muerte, renacer.
El fuego es guía.

Ahora bien, si toda esta información la canalizamos a lo que es encender una vela, prácticamente estamos encendiendo todo ese significado implícito: la unión ceremonial, ritualística y enigmática que nos conecta con nuestra voz interna y con el poder de nuestra energía.

Hacemos presente al elemento fuego porque nuestro ser espiritual está conectado a una fuerza superior y porque su poder y energía nos hacen sentir seguridad, nos orientan y nos regresan a nuestro centro.

Es por eso que, sin profundizar tanto en el símbolo del sol, puedo pensar que ese punto central en medio del círculo también representa ese punto de encuentro: el centro del centro, iluminando, sosteniéndolo todo.


Cuando enciendas una vela o estés presente en una fogata, recuerda que estás conectando con toda esa sabiduría ancestral del elemento, y que toda acción que suceda a través de él te lleva directo a tu corazón, no tengo una conclusión pero si otro pensamiento, y es que no solo el fuego te regresa a tu centro, hay más (siempre hay más), sin embargo desde mi experiencia puedo decir que toda está cercanía y servicio por crear un puente, haciendo velas, me ha re conectado conmigo abriendo una conversación extensa de mi quehacer, la voz escrita no se acaba, seguiré con éstos cuestionamientos y asombros, mientras tanto, cuando sientas que la mente es un mar de emociones o cuando pienses que las cosas no están saliendo como te gustaría... enciende una vela, respira, vuelve a tu centro y cuéntame si cambió algo.



—Ileana